miércoles, abril 18, 2007

¡Al fin, libertad!



Antes que nada, quiero saludarlos a todos y disculparme por no haber contestado antes ó escrito algo, hace mucho tiempo que no escribo y no sé cuanto tiempo pase antes de que pueda escribir de nuevo, por eso estoy posteando esto ahora, es un texto muy largo, lo sé, pero creo que en estas circunstancias, se vale.


Andrea tiene 8 años, es una niña muy delgadita y delicada, la piel es tan pálida como la de una persona que no sale a la calle nunca. Su madre, Adriana, se divorció cuando ella tenía dos años y se volvió a casar. Ellos tienen muchos amigos con los que comparten veladas enteras, ya sea en su casa o en casa de los amigos.
Hay un amigo suyo, Ricardo, de más o menos 30 años, también divorciado y tiene una hija llamada Denisse que es más o menos de la misma edad que Andrea, pero son personas que ella no tolera.






Llegó el cumpleaños de Denisse y Ricardo le hizo una fiesta en su casa, con primos y amigos de la escuela, claro, invitaron a Adriana para que llevara a Andrea.

-Hija, es el cumpleaños de Denisse y vamos a ir, arréglate para que nos vayamos en una hora.

Andrea no pudo evitar arrugar la nariz dejándose caer a la cama.-No quiero ir, mamá!

-Tenemos que ir, Andrea. ¿Qué les voy a decir? Ya acepté la invitación. ¿por qué no quieres ir?

-Simplemente no quiero, no me gusta ir a esa casa, me da miedo

-Vamos a estar ahí contigo, es verdad, la casa es muy vieja, pero no debe dar miedo, es una casa.

-Bueno, de todos modos no quiero ir- Dijo Andrea azotando su pie contra el suelo.

-Bueno, de todos modos vamos a ir- respondió su madre saliendo de la recamara.

Andrea pensaba la forma de salirse de esto, pero siendo una niña de 8 años no podía hacer gran cosa al respecto. Pensaba en cuanto detestaba ir ahí, no porque la casa le diera miedo, eso era un pretexto bastante tonto para lo que en realidad le asustaba, solo podía recordar cómo en cualquier momento que se encontraba sola por algún motivo con Ricardo, el amigo de su madre, él siempre quería besarla en la boca, Andrea no entendía por qué, pero eso la asustaba y le daba un poco de asco, no le gustaba eso, pero su mamá no le creyó una vez que le contó, pensó que había sido sin querer. Ya en la fiesta, Andrea se encontró con Denisse que estaba llorando en el jardín porque no había ido ninguno de sus compañeros de la escuela, solo estaban ahí dos de sus primos, eso era todo. En ese jardín que era muy grande tenía juegos de parque, jugaron durante horas, Andrea jugó con Denisse esperando que el tiempo pasara más rápido y por fin llegara la hora en que su madre saliera a decirle que se iban. Ya había oscurecido cuando salió Adriana para decirle a su hija que entraran, era la hora de partir el pastel.

-Por fin! –Pensó Andrea. -ya casi nos vamos a ir, sólo parte el pastel y nos vamos.

Ya dentro de la casa y después de las mañanitas más largas que había escuchado jamás, Denisse partió el pastel, sólo quedaban Denisse y Andrea, así que no fue nada tardado el repartir.
Todavía una hora más ahí dentro entre platicas de adultos, sobre el divorcio de Ricardo y todo lo que la mujer estaba peleando que le diera, sobre los problemas que había tenido con la familia, de pronto Ricardo tuvo una idea que le heló la sangre a Andrea.

-Oye, Adriana, Denisse ya se va a dormir, por qué no dejas que se quede Andrea a dormir y mañana vienen por ella, para que mi hija no se sienta triste.

-¡No, no quiero quedarme!.- Se levantó Andrea de la silla y corrió hacia su madre.

-¿Por qué no? Preguntó Denisse. –Anda, nos vamos a divertir, hacemos una pijamada.

-No quiero quedarme, mamá, ¡por favor! Miraba a su madre suplicante.

-Sí, quédate! Mañana vendremos por ti temprano. Se acercó a Andrea y le dijo muy quedito en el oído:
-No vino ninguno de sus amigos, por favor quédate con ella.

-No quiero, mamá, no me gusta estar aquí.

Adriana se levantó de la silla y tomó su bolsa mirando a su marido haciéndole señas con los ojos mostrándole la puerta.

-Ya nos vamos, Andrea, mañana vendremos por ti temprano, ¿si? No te preocupes todo va a estar bien.

Andrea desesperada volvió a suplicarle una vez más a su madre, pero entendió que no había manera de que cambiaran de opinión, Denisse debía sentirse mejor si ella se quedaba a dormir esa noche. Las dos niñas se fueron a la habitación de Denisse, y le mostraba dónde dormirían, después de unos diez minutos entró Ricardo en la habitación.

-Deben tomar por lo menos un vaso de leche y luego se duermen, pero antes deben bañarse.- Salió de la habitación y se dirigió a la cocina.

Andrea, cada segundo ahí se asustaba más, no tenía idea de lo que podía suceder. Solo le dio un par de tragos a la leche y se metieron a bañar, cuando terminó Andrea, la esperaba Ricardo fuera del baño con una toalla, la cargó para llevarla a la habitación, para llegar ahí debía subir unas escaleras muy largas y muy oscuras.

-¿Te gustó el baño? -Llevaba a Andrea en brazos.

-Si, gracias.

-Estaba rica el agua ¿no es cierto? –Se acercó para besarla en la boca

-Sí, estaba bien. –Movió la cabeza para esquivar el beso.

Cuando llegaron a la recamara, Ricardo le dio ropa de Denisse para que tuviera con qué dormir y salió de ahí. Andrea se sintió aliviada, se había ido y solo tenía que esperar a que llegara Denisse para acostarse, pero estaba tan agotada que cayó dormida inmediatamente, ella era de sueño muy ligero, cualquier ruidito que hubiera la despertaba siempre, así fuera un grillo afuera ó un crujido de algún mueble, siempre había sido así. Sintió cuando Denisse se acostó a su lado y le dijo:
-Buenas noches, Andrea.

-Buenas noches. Respondió con una voz muy tenue.

Andrea fue despertada por movimientos algo bruscos, sintió manos en su cintura que la jalaban hacia atrás una y otra vez y sentía que algo estaba muy pegado a su trasero, estaba despertando y no comprendía qué sucedía, volteó y vio que estaba en la habitación de Ricardo, en su cama, casi desnuda, detrás de ella estaba Ricardo que era quien la sujetaba y la jalaba, se levantó de la cama como pudo y vio que tenía solo las pantaletas puestas y en el suelo estaba la pijama, la levantó en seguida y se la puso.

-Ven, acuéstate otro ratito. Le dijo Ricardo levantando las cobijas mostrando su cuerpo también casi desnudo.

-No, quiero llamar a mi mamá, ya quiero que venga por mi.- Recordó que en esa habitación había un teléfono, pero no estaba donde ella recordaba haberlo visto, volteó y vio que estaba encima de un mueble que ella no podía alcanzar.

-Al rato vienen, ven acuéstate conmigo.

-No. ¿Cómo llegué aquí? Yo me acosté con Denisse en su cama.

- Tú te pasaste para acá, solita, pensé que no podías dormir con ella y querías dormir conmigo.

-No es cierto, yo me acosté con ella.- Temblaba pues en verdad no tenía idea de cómo había llegado ahí ni qué había sucedido, lo último que recordaba era que Denisse le había deseado buenas noches, ¿cómo pudo haber ido sola a la habitación de éste hombre, al cual no quería ver?. Salió de ahí y se dirigió a la habitación de Denisse, ya se vestía y le prestó ropa para que fueran a desayunar y luego a jugar al jardín, Andrea no tenía hambre así que no comió nada y salió al jardín para subirse a uno de los columpios, no pasó mucho tiempo para que llegara la otra niña al columpio que estaba a lado.

-Denisse, ¿por qué tu papá siempre me quiere besar en la boca? Preguntó Andrea.

-Bueno, creo que es porque le gustan las mujeres, tu mamá le gusta, talvez sea por eso

-Pero yo soy una niña. Arrugaba la frente y levantaba las cejas un poco confundida

-Pues no sé, solo lo hace.

-¿A ti también te besa en la boca?

-No, a mi no.

En eso sonó el timbre, Andrea corrió a la puerta deseando con toda su alma que fuera su madre. Por otra puerta salió Ricardo para abrir, en efecto, era Adriana con su marido, que iban por Andrea, se puso feliz de que habían llegado por ella. Todavía pasó un rato antes de que se fueran, talvez dos horas, las dos horas más largas de su vida, ya al despedirse le temblaban las piernas a Andrea, se acercó a Ricardo y le puso la mejilla, y escuchó algo que le dio más miedo:

-Si le mencionas algo a tu madre, talvez no despierte mañana, ¿entiendes?
Andrea quedó pasmada, no entendía, sabía que lo que había sucedido no estaba bien, pero ¿por qué le había dicho eso? No lo comprendía, no a esa edad. Ella no quiso volver nunca más a ninguna de las fiestas o reuniones que se celebraran en casa de Ricardo, siempre se inventaba cualquier excusa para no ir, se iba a casa de su abuelita ó con su padre, no quería volver más.




Pasaron los años pero Andrea no olvidaba esa visita, no podía recordar más, pero ahora entendía el porqué era aberrante lo que había sucedido. Un día en casa de su padre, estuvo platicando con la esposa, Tania, y ésta le preguntó a Andrea:

-¿Alguna vez fuiste violada?

Andrea volteó a verla confundida, ¿cómo era que hacía una pregunta de ese tipo?

-¿Por qué me lo preguntas?

-Porque recuerdo una cosa que sucedió, pero eso solo tú puedes saberlo

-¿Qué sucedió? Preguntó Andrea, aún más confundida

-Tenías como 8 años, y le dijiste a tu madre que estabas sangrando, y tenías mucho dolor en el vientre

Andrea lo recordaba, pero no hilaba la situación

-Mi hermano es ginecólogo y tu papá le recomendó a tu madre que te llevaran con él, pues no tenías la edad aún para comenzar con tu periodo, ella aceptó y te llevaron, te revisó y tenías una infección muy grave, hubo que internarte un día y te metieron toda clase de medicamentos, tu madre no dijo nada. Un par de días después hablé con mi hermano y le pregunté por tu situación, y él me dijo que habías sido violada, eso le parecía a él, al menos por cómo te había visto, pero tú tampoco dijiste nada, entonces, siempre me quedé con la duda, pues nadie hizo nada.

-Sinceramente no lo sé- respondió Andrea, haciendo memoria, pero comprendiendo que quizá había sucedido y ella no lo recordaba, no recordaba que éste hombre la hubiera penetrado, pero por otro lado sabía que había algo que no estaba bien, ella siempre despertaba con un pequeño ruido, cómo fue que no se dio cuenta de el momento en el que la cambiaron de habitación, no recordaba nada y eso la angustiaba aun más.
No se habló más del asunto, pero Andrea no dejó de pensar en eso en todo el fin de semana, volvió a su casa y no le dijo nada a su madre.
Después de un par de meses, Adriana le dijo a Andrea:

-Esta noche vendrá Ricardo a la casa, vamos a hacer una cena, ¿estarás aquí verdad?

-No, no voy a estar, me voy a ir a casa de mi abuela- dijo Andrea bruscamente, angustiada y sorprendida.

-Hace mucho tiempo que no te ve y me dijo que quería verte

-¿Sabes qué, mamá? No quiero estar aquí, y no quiero ver a ese tipo, ¿entiendes?

A un lado estaba una prima de Andrea que sabía lo ocurrido, no porque se lo hubiera dicho, sino porque ella había pasado por una situación similar y se daba cuenta por su comportamiento, y le dijo a Andrea muy quedito:

-Ya dile la verdad, dile lo que sucedió

Andrea no podía creer lo que estaba escuchando, ¿qué era lo que ella sabía? ¿por qué le decía eso? Pero le contó a su madre lo que había sucedido, Adriana se asustaba cada vez más pero no creyó una sola palabra de lo que le decía su hija, y al fin le dijo:

-Andrea, yo creo que es conveniente que te lleve con un psiquiatra, ¿cómo dices esas cosas?

-Mamá en verdad sucedió, no sé si me penetró, pero lo que te acabo de decir es cierto, Tania me contó lo que sucedió cuando me llevaron con su hermano, tenía 8 años, y fue cuando sucedió esto, mamá, es real.

-No me digas más, sólo vete, no quiero verte ahora, y voy a hacer una cita con el doctor.




Andrea salió de ahí, llorando desesperada, ¿cómo no había creído su madre lo que le había dicho? quizá porque había pasado tanto tiempo, pero no había dicho nada por la amenaza que había recibido, si a una niña de esa edad le dicen que se calle porque si no lo hace matarán a su madre, se calla, y no hay poder humano que la haga hablar, una madre es lo más importante. No fue a casa de su abuela ni a casa de su padre, caminó durante horas y se metió en un bar, dónde sabía encontraría a sus amigos. Fumo, se drogó y bebió hasta perder el conocimiento, y así pasó bastante tiempo, haciéndolo todos los días, salía al amanecer diciendo que iba a la escuela y llegaba hasta la noche, sólo para dormir. Un día llegó en la tarde a su casa, no en sus cinco sentidos, estaba muy mal, solo quería dormir y la recibió su madre con una bofetada.

-Mira nada más cómo vienes, ¿qué te pasa?

-No me pasa nada, ¿qué quieres que te diga? Me tomé unas cervezas, eso es todo

-¿Pero por qué? Bueno, sabes qué, no me importa, solo métete a tu habitación, vamos a tener visitas más tarde.

Andrea se fue a dormir y ya en la noche escuchó voces en la sala, salió para ver quien era.

-¡Hola, Andrea! ¿Cómo estás? Hacía mucho tiempo que no te veía. Andrea vio a quien le decía esto, era Ricardo, sentado en la sala, se veía como un hombre bastante golpeado por la vida, su cabello lleno de canas pero su mirada seguía siendo la misma.

-Bien, estoy bien, con permiso- Salió de ahí y se quedó afuera por un largo rato, pensando lo que debía hacer, entre las sombras apareció uno de sus amigos, Gabriel, le contó todo lo que estaba sucediendo y quería arreglar la situación, de pronto salió Ricardo del departamento y Andrea alcanzó a escuchar cuando se despedían, lo vio caminar hasta ella y sin pensarlo, se levantó y le dijo:

-Ricardo, ¿te vas?

-Sí ya me voy- respondió, mirándole fijamente.

-Oye, voy a ir con unos amigos a tomar unas cervezas, ¿no quieres venir? Hay algo de lo que me gustaría hablar contigo.- Temblaba como nunca y sudaba frío, tenía tanto miedo de no controlarse.

-Claro, no puedo tardar mucho, pero vamos.- Respondió Ricardo tomándola del brazo. Subieron al auto de Gabriel y se fueron al bar de siempre, ya allí, Andrea se sentó en una mesa mientras Gabriel y otros dos chicos se alejaban a la barra, aprovechó el momento.

-Ricardo, ¿recuerdas aquel día que me quedé a dormir en tu casa y amanecí en tu cama?

-Sí, claro, lo recuerdo muy bien- Andrea percibió una mirada perversa en sus ojos.

-Dime, ¿qué fue lo que sucedió?- Se retorcía las manos debajo de la mesa y trataba de disimular su temblor.

-Bueno, ahora eres toda una mujer, eso es cierto, te lo voy a contar.-Se quedó pensativo por unos segundos y comenzó: -Estabas en la cama de Denisse y noté que estaban muy apretadas ahí, te cargué y te llevé conmigo, esperando que como era una cama más grande, te acomodarías mejor

-Pero estaba casi desnuda

-Sí, es cierto, pensé te daría calor, era una temporada muy calurosa

-Me tocabas…

-Sinceramente, Andrea, siempre has sido una niña hermosa, no tenía nada de malo que te tocara
-No? Tenía 8 años y recuerdo perfectamente que siempre que estábamos solos querías besarme en la boca.

-No sé qué decirte, es verdad y ahora te me antojas mucho más, en serio, eres toda una mujer y te ves, mmhh- Sus ojos se cerraron por un momento y se mordía los labios, mientras Andrea temblaba aún más, pero no dudó ni un segundo lo que haría

-Oye, vamos a otro lado, ¿sí?

-¿Como cuál?- Preguntó Ricardo

-No lo sé. Solo salgamos de aquí, hace mucho calor- le dijo mientras metía su mano en el bolsillo, encontrando una navaja.

-Uf! Bueno, pero ¿qué vas a hacer con tus amigos?

-No te preocupes, ellos se las arreglarán solos.- Salieron del bar y caminaron hacía el hotel que estaba a dos cuadras, ella no podía dejar de pensar que ese día lograría liberar su mente y su corazón de tanto dolor y desesperación. Pidieron una habitación y entraron en ella, Andrea sacó un papel con cocaína y la vació en un mueble del baño formando dos líneas, todo volvía a su cabeza, revolviendo sus ideas y volviendo a sentir terror y coraje al mismo tiempo. –Ten valor.- Se repetía una y otra vez Andrea, recordaba a su madre, recordaba la amenaza, su miedo. Salió del baño unos minutos después y Ricardo estaba desnudo debajo de las cobijas.

-¿Vas a venir? Preguntó, levantando las cobijas

-Sí, claro, pero vamos a jugar un poco.- Respondió Andrea tomando unos trapos que estaban encima de una silla, al parecer eran servilletas como las de los restaurantes.

-¿Cómo quieres jugar?

-Cierra tus ojos, voy a vendarte y a amarrarte las manos, ¿te molestaría?

-No, nunca he jugado así, pero hazlo.

Andrea tapó los ojos de Ricardo y le amarró las manos lo más fuete que pudo, pero lo amarró a la cabecera de la cama, para que no tuviera forma de moverse, después amarró sus pies, su respiración se aceleraba y sentía el corazón fuera de control, escuchaba que Ricardo decía algo pero no entendía sus palabras, no quería poner atención, sólo intentaba escuchar lo que había en su cabeza y volvían las palabras de su madre, luego las de Tania, se imaginaba de nuevo en el columpio cuando hablaba con Denisse, se levantaba y respiraba profundamente, por un lado quería controlarse, pero por otro lado quería verlo sufrir, quería verlo muerto, se acercó a su lado y le dijo:

-Entonces, ¿te gustaba cuando era una niña?

-Siempre has sido hermosa, ven, súbete en mi

-¿A cuantas niñas le hiciste eso?- Le preguntó Andrea, con un tono muy suave, pero su mirada era de temer

-Nunca le hice nada a ninguna niña, ¿de qué hablas? Ven, anda, eso es un juego para ti?

-Sí, siempre te excitó el ver a una niña en tu cama, ¿no es cierto?

-Solo tú- Respondió Ricardo tratando de ser gracioso.

Andrea perdió el control y se fue directo a su cuello con la navaja, una y otra vez, hasta deshacérselo, no paró, escuchaba cómo Ricardo se ahogaba en su propia sangre y luchaba para soltarse de la cama, hasta que ya no hizo ruido, pero ella seguía enterrando la navaja en el cuerpo de Ricardo, en el pecho, en el vientre, en los brazos, en la cara y el último golpe que fue con toda la fuerza que había sentido en toda su vida, lo clavó en medio de los ojos, se levantó jadeando, luchando para no caerse porque su cuerpo temblaba como nunca, le faltaba el aire y no podía hablar, oír ó pensar, se recargó en un mueble que estaba detrás de ella, solo miraba el cuerpo, la respiración y su corazón se iban calmando. Pasó una hora allí, mirando, de pronto comenzó a hablar, diciéndole al cuerpo todo lo que había sentido al entender lo que había sucedido cuando era una niña, lo duro que había sido el que su madre no le creyera lo que había dicho y lo aterrada que se había sentido cuando la había amenazado, liberaba su cuerpo y todos sus sentidos del dolor que la había ido matando durante tanto tiempo, cuando se tranquilizó, encendió un cigarro y se sentó en el suelo a fumarlo, sin dejar de mirar a Ricardo, al terminarlo se dirigió a la cama para desatarlo y enseguida se metió al baño a lavarse las manos y la cara que estaba salpicada de sangre, su ropa lo estaba también, tomó la gabardina que llevaba Ricardo esa no se había manchado así que se la puso, salió caminando de el lugar que estaba desierto, nadie la vio salir. Se dirigió al bar nuevamente donde encontró a Gabriel, no dijo nada al verlo y él tampoco preguntó nada, no había que decir una sola palabra, Gabriel se dio cuenta de que Andrea estaba tranquila y que se había liberado de todo el dolor, sólo le tomó la mano, sintió que temblaba, estaba helada, pero lo entendía y estaría con ella en todo momento. Bebieron unas cervezas, casi al amanecer volvieron a casa. Andrea se quitó la gabardina y la lanzó en un baldío que estaba cerrado con malla de alambre, llegó a casa, se quitó la ropa para lavarla y se fue a dormir, talvez lo hizo por una semana entera y como era de esperarse, nadie hizo o dijo nada en su casa.

Después de varias semanas Adriana se enteró de que un día después de la visita de Ricardo a la casa, lo habían encontrado en un cuarto de hotel, muerto, había sido visto entrando con una chica que al parecer era una prostituta ya que era bastante joven pero no recordaban su cara ni alguna seña que pudiera ayudar a encontrarla, no había pistas. Se cerró el caso, pues se encuentran este tipo de situaciones en esos lugares casi diario. No hay necesidad de volver a Andrea, pues se entiende que ella ahora por lo menos se siente libre.