Por allá de los 80's había una niña de más o menos 8 años, Malinalli. Su familia era una de esas que fue tocada por una crisis causada por el gobierno. Si de pronto tenían para comprar un poco de retazo de pollo hacían un festín de él, si desayunaban huevos con jamón era un verdadero lujo.
Un día, Malinalli iba caminando hacia la tienda que se encontraba en la esquina de su calle, una de esas calles muy largas. Estaba feliz porque había recibido un poco de dinero para ir a comprarse un par de dulces. Cuando estaba a unos pasos de la tienda observó a una niña no mucho menor que ella, tenía el cabello muy corto, muy claro, los ojos café muy oscuro y sus rasgos eran extraños, pero se veía en su mirada un toque de odio al mundo. Su ropa era muy vieja, seguramente una de esas que va pasando de generación en generación, que cuando ya no le queda a alguien se la deja a la que le sigue en edad. Llevaba una falda muy larga, color rosa, una blusa blanca percudida y su piel era muy blanca, en la cara tenía manchas de lodo al igual que en las manos. Su nombre, Lulú. Cuando se percató de que Malinalli entraría a la tienda, de buenas a primeras se lanzó sobre ella jalándole los cabellos, golpeándola en la cara y tirándola al suelo de un empujón. Malinalli no entendía qué era lo que estaba sucediendo, solo veía a una niñita encima de ella arrebatándole las monedas que llevaba en la mano. Cuando Lulú se quitó de encima de sus piernas, la miró con la nariz arrugada y señalándola con el dedo.
-No le digas a nadie o te va peor.
¿Qué podía hacer ante tal situación? nunca había peleado con nadie y no sabía quién era esa niña, tal vez era hija de algún delincuente y Lulú le había seguido a su casa, sabía dónde vivía. No pudo evitar mentirle a su madre cuando ésta le preguntó lo que había sucedido.
-Me tropecé en la esquina y me golpeé con la banqueta, mis monedas se fueron por la coladera.
Obviamente no pudo recuperar el dinero perdido y su madre no tenía para darle nuevamente.
Después de un par de días llegó Lulú a casa de Malinalli y se instaló en la banqueta a esperar a que ésta llegara de la escuela. Cuando ella llegó y la vio sentada allí no pudo evitar que la sangre se le fuera de la cara, su palidez era evidente y comenzó a temblar.
-¿Qué haces aquí?- le preguntó
-Vine porque sé que tú vas a la escuela y sabes leer y escribir, te devuelvo tu dinero. Estiró la mano y le dejó caer las monedas dentro de la bolsa del sueter. Pero tú me enseñarás a leer y escribir- añadió, y a mis hermanas también, nosotras no vamos a la escuela y queremos aprender, ¿está bien?.
-Supongo que sí, pero ¿cómo les voy a enseñar?, yo aún estoy aprendiendo.
-Nos enseñarás lo que tú sabes y a cambio yo te enseñaré a hablar como nosotros.
-¿Como ustedes?- dijo Malinalli.
-Sí, tu no conoces nuestra forma de hablar, tú nos enseñas a leer y escribir y yo te enseñaré a comunicarte con mi gente.
-Está bien, puedo intentarlo. A Malinalli no le volvía el color a la cara y el temblor de sus piernas aún era muy fuerte, suficiente como para no dejarla caminar hacia el interior de su casa.
-Bien, entonces mañana vendremos mis hermanas y yo en la tarde, no se te vaya a olvidar- le dijo Lulú, señalándola nuevamente.
-Bien, aquí las esperaré- dijo Malinalli todavía aterrorizada.
Al día siguiente, llegó Lulú a gritarle a su ventana. Malinalli se preocupaba porque no podía meter a éstas niñas en su casa, ¿cómo haría? En su habitación ella jugaba mucho a la escuela, imaginando que la puerta de su closet era el pizarrón, y algunas veces escribía en el con un gis blanco y cuando terminaba de jugar lo limpiaba con un trapo. Pero ésta vez no podía hacerlo, no con éstas niñas, recordó que en la casa de al lado tenían un portón muy grande, negro, tal vez podría hacerlo ahí y después limpiarlo igual que en su casa. Le preocupaba tanto ser una verdadera maestra para ellas y lograr que aprendieran, en realidad no le interesaba que le enseñaran a hablar de la forma en que ellas lo hacían con su gente, solo quería asegurarse de que Lulú no la golpearía nuevamente. Salió con un gis en la mano y un libro de cuentos en la otra.
-Te tardaste mucho- dijo Lulú, disgustada.
-Sí, perdón, tenía qué hacer algo antes de salir- respondió Malinalli angustiada, mirando a las hermanas de Lulú. Eran dos más, un poco más grandes que ella y llevaban ropas muy parecidas, tenían en sus manos una libreta nueva cada una y un lápiz.
–Bien, entonces vamos a empezar. ¿Cómo comenzar, cómo comenzar? se repetía una y otra vez Malinalli. Bueno, qué mejor que comenzar con las vocales. Comenzó por ahí y estuvo un par de días con eso. Lulú había cambiado por completo su trato, ahora era amable y hasta parecía que quería ser su amiga.
-¿Quieres venir a mi casa? Mi madre quiere conocerte- dijo un día Lulú a Malinalli. Está muy contenta porque le enseñamos que sabemos las vocales y ahora estamos aprendiendo el abecedario.
-No sé si mi mamá me deje, pero le preguntaré- respondió Malinalli temerosa, pues no sabía si le ponían una trampa, pero decidió arriesgarse. Fue a pedirle permiso a su mamá y ella lo aceptó diciéndole que regresara temprano. Caminaron hacia la casa de Lulú, justamente en la esquina contraria de la tienda. Cuando entraron, Malinalli quedó pasmada, era una casa bastante grande, pero solo con dos habitaciones, y dentro de la casa había por lo menos diez personas más, no había un solo mueble en la sala ni en el comedor. Se acercó una mujer muy atractiva, algo descuidada en su aseo pero muy linda.
-Tu debes ser Malinalli, Lulú me ha hablado tanto de ti y ya nos mostró todo lo que tu le enseñas. Yo me llamo Danitza.
-Sí, soy yo, dijo Malinalli. Lulú ha aprendido mucho igual que sus hermanas- agregó, y en ese momento las niñas comenzaron a decir el abecedario de principio a fin. Malinalli sintió una emoción enorme, había enseñado algo a esas niñas. Toda la familia se levantó aplaudiendo y diciéndoles que eran muy inteligentes. Danitza tomó a Malinalli del brazo pidiéndole que se sentara y le ofreció agua, luego se sentó a un lado cubriendo sus piernas con la falda que llevaba puesta, muy larga también, su cabeza cubierta con una tela maravillosa de color violeta, y sus ojos eran verdes, de un verde esmeralda que al mirarlos te podía hipnotizar. De pronto levantó una mano y comenzó a hablar:
-Nosotros acabamos de comprar ésta casa, nuestra familia tiene que salir adelante, yo hago algo de joyería con una persona que trabaja plata, somos una familia gitana. Mis hermanos son músicos, cantaores, y todos hacemos ese tipo de cosas, hemos estado viajando durante toda nuestra vida, pero esperamos quedarnos aquí por mucho tiempo, y ahora mis hijas ya tienen una amiga y eres bienvenida, puedes venir cuando quieras y podrás escucharnos si te gusta.
-Muchas gracias, claro que vendré a verles seguido- repuso Malinalli sorprendida por el trato tan cálido de Danitza. De pronto Lulú dio un salto y le dijo a Malinalli que entrara a su habitación a jugar. Cuando entraron en el cuarto, igual sin muebles, solo se veía un closet enorme. Las puertas corredizas eran muy grandes y Lulú las abrió, dentro había cinco niños más, un poco más pequeños, pero todos estaban dentro, dos en unas repisas y los otros en el suelo. Las otras niñas entraron tambien.
-Aquí es donde jugamos, ¿quieres entrar?-preguntó Lulú estirando el brazo para que Malinalli la tomara de la mano y entrara con ella. Estuvieron por lo menos hora y media jugando dentro del closet a oscuras, y estaba realmente maravillada con todo lo nuevo que había llegado a su vida.
Llegó la hora de volver a casa y quedaron en volver a reunirse al día siguiente. Así, durante unos meses se veían después de que Malinalli regresaba de la escuela, Lulú y sus hermanas leían y escribían, incluso los adultos aprendían de lo que sabían las niñas, y de vez en vez Malinalli iba a visitarlos y a escuchar la música de ésta familia, viendo cómo todo el tiempo eran risas, canciones, baile, aplausos, y le encantaba estar ahí.
Un día regresó Malinalli algo tarde de la escuela, y su hermana le dijo que Lulú había ido a buscarla. Se apresuró a hacer su tarea y pidió permiso a su mamá para ir a buscarla, permiso que le fue concedido. Corrió y llegó a casa de la niña y le gritó, pero nadie salió. Estaba algo confundida pues siempre había alguien en esa casa. Más tarde escuchó que le gritaban, eran voces de niñas. Se apresuró a salir y se encontró con las hermanas de Lulú, pero ella no estaba ahí. Se adelantó la mayor, Sandojé.
-Mi madre nos ha mandado por ti, ¿puedes venir con nosotras?
-Claro, ¿pasó algo, dónde está Lulú?-preguntó Malinalli. Pero nadie respondió. Caminaron en silencio hasta llegar a casa de los gitanos, estaba Danitza sentada en el suelo y se percibía un ambiente distinto, todo en silencio, los tíos llevaban una cinta negra en la camisa y nadie hablaba. Danitza levantó la cara y miró a Malinalli, estirando su mano indicándole que se sentara a su lado, sus ojos tenían un brillo extraño y se percibía una tristeza inmensa.
-Malinalli, hoy ha ido a buscarte Lulú al medio día- dijo por fin. Cuando venía de regreso no se ha fijado que venía el autobús, la ha atropellado y ha muerto.
Malinalli quedó congelada, no entendía lo que estaba sucediendo en ese lugar, no podía aceptar lo que estaba sucediendo.
-¿Lulú murió?-
Apretaba los labios y no pudo evitar llorar, no podía creerlo, quería salir corriendo de ese lugar, quería al mismo tiempo entrar en la habitación y ver por sí misma que en verdad ella no estaba allí. No pudo más sino dejarse caer en el suelo frío.
–Dígame por favor, ¿es cierto todo esto? No, no puede ser, ella no……no puede ser cierto. Comenzó a asimilar lo que escuchó y gritó, jalando sus cabellos, y se apretaba las manos con desesperación. Danitza la tomó entre sus brazos y comenzó a apretarla hacia ella, y a acariciar su cabeza.
-Lo sé, lo sé, mírame- dijo ella. Se inclinó y la miró a los ojos: Lulú se fue y nosotros nos vamos de aquí también, pero quiero que escuches y recuerdes siempre esto: Nos hiciste felices y te lo agradezco mucho, ella aprendió lo que deseaba y se hizo de una amiga fantástica, y siempre te pensaremos. Sus ojos se veían llenos de tristeza, pero al mismo tiempo llenos de paz y tranquilidad.
-Debo irme, ¿mañana estarán aquí?- preguntó Malinalli esperanzada.
-No lo sé, pero tú, sí estarás. Vete ya que es tarde y tu mamá debe estar esperándote. Danitza la sacó al patio y mordiendose los labios se despidió, dándole un fuerte abrazo, y Malinalli alcanzó a escuchar las últimas palabras con una voz muy baja. Ashen Devlesa– le dijo, y de inmediato se metió cerrando la puerta detrás de ella.
Malinalli caminó a su casa y le contó lo sucedido a su madre, estaba aterrada y triste, pasó muchos meses soñando con Lulú y todo lo maravilloso que habían pasado, pero nunca más volvió a ver a esa familia, se fueron y nunca más volvieron. Malinalli de vez en cuando volvía a esa casa para ver si en algún momento volvían, pero nunca tuvo suerte, también se mudó un par de años después y nunca olvidó las palabras que escuchó de Danitza, y fué hasta después de algunos años que supo lo que significaban: Dios esté contigo.
Algunas veces Malinalli recuerda a Lulú y sonríe al pensar la manera en la que ésta entró a su vida llenándola de miedo, y luego cómo se hicieron amigas, y no puede dejar de imaginar cómo sería ella ahora, no muy distinta de Danitza, una hermosa mujer que puede mostrarse totalmente rebelde ante la vida, pero que conociéndola puede ser la más dulce y maravillosa.