sábado, junio 16, 2007

Un día cualquiera

Sabrina llegó a la edad de dieciséis años siendo una chica desubicada, drogadicta, alcohólica, cansada de vivir pero sobre todo de vivir atormentada por fantasmas de su pasado, que la hacían despertar por las noches con miedo, pensando que algo o alguien estaba en su habitación. Sentía temblar su cuerpo y manos invisibles tocándola y golpeándola sin compasión. Todos los días se le podía encontrar en las calles tirada, fuera de sí, no era sino un cuerpo adormecido, sin visión, ni tacto, ni sentido alguno.



Por las noches cuando llegaba a su casa no había quién la recibiera para poder frenarla de su actitud. Sabrina solo entraba a su habitación para dormir y prepararse para la acción del día siguiente. Vivía con su madre, que nunca se encontraba en la casa para darle la atención suficiente pues trabajaba mucho y algunas veces se iba con sus amigos, además de que se encontró con un chico que le declaró su amor y ella correspondió. Sabrina nunca sintió suficiente confianza en su madre, pues cuando intentó hablar con ella alguna vez de algo que la estaba alterando, ella solo le contestó:

-Sabrina, soluciona tus problemas, ya tengo suficiente con los míos.

El padre de Sabrina se fue de la casa sin previo aviso, solo salió y no volvió, dejándolas con deudas, daño psicológico y algunos moretes por maltrato físico y violaciones.

Un día despertó muy temprano pensando en que ese día quería estar limpia, sólo por un día quería estar conciente de lo que sucedía a su alrededor, así que se preparó para ir a la escuela y media hora más tarde salió de casa. Mientras iba caminando veía todo a su alrededor, veía a la gente caminar automáticamente, no volteaban a ver a nadie, nadie saludaba, nadie sonreía. La gente en los autos tocando el claxon y gritándose majaderías, acelerando para no dejar pasar a otros. Entrando a la escuela veía grupos de chicos que reían a carcajadas, algunos se burlaban de los maestros que iban pasando por ahí. Nadie volteaba a verla a ella, se sentía invisible para los demás. ¿Qué hay de bueno en ésta vida ó en éste lugar?-Se preguntaba.



-Buenos días, Sabrina- escuchó que le llamaban, mientras caminaba por el pasillo, camino al aula.

-Buenos días- respondió sin detenerse a mirar quién le hablaba

-Veo que hoy decidiste venir a la escuela, finalmente!- Insistió la voz que Sabrina identificó ésta vez con una chica de su misma edad, muy atractiva, de piel apiñonada, cabello muy largo negro, y ojos de un color café claro de mirada penetrante y llena de dulzura. Sus manos eran muy largas y delgadas, totalmente femeninas, de esas que sólo encuentras en las pinturas, pensó Sabrina.

-Hola, sí, así parece, ¿cómo has estado, Rebe?- Preguntó después de unos segundos pensando si era el nombre correcto.

-Vaya, te acordaste de mi nombre, dime ¿qué ha sucedido, por qué no habías venido? Me han dicho varias veces que te la pasas bebiendo y nunca estás en tus cinco sentidos y que por eso ni te apareces por la escuela ¿tienes algún problema?

-Mira, Rebeca- Respondió algo molesta- No quiero parecer grosera, pero creo que es algo que no te incumbe, no tengo ningún problema y si estoy en mis cinco sentidos o no, ese es asunto mío.

-Oye, tranquila, no quería molestarte, sólo quería saber si estabas bien…tuvimos días muy agradables al entrar a la escuela y de pronto te me desapareciste, no he logrado tener una relación amistosa con ninguno de por aquí, pero no te preocupes, no te volveré a molestar- Respondió Rebeca confundida y algo triste.

-Discúlpame, estoy un poco cansada eso es todo, ¿no vas a ir a clase?-Le dijo un poco más tranquila.

-Para allá iba, ¿vas a entrar?

-Si…bueno…voy a hablar con los profesores, a ver si me permiten recuperar las clases y….

-Yo creo que no va a haber ningún problema, afortunadamente los profesores que nos han tocado son comprensivos y amables, si hablas con ellos no creo que tengan problema en recibirte- Interrumpió Rebeca animada.

-Eso espero, Rebe, sinceramente no había tenido ganas de nada, quiero volver a la escuela... necesito ayuda- Bajó la cabeza y su mirada estaba sumergida en una tristeza inmensa.

-¿Quieres hablar?

-Mas tarde, vamos a clase, después platicamos ¿sí?

-Está bien, no te preocupes, voy a estar cerca por cualquier cosa.

-Gracias, en verdad necesito a alguien como tú cerca de mi en estos momentos.

-Aquí estoy- Rebeca la tomó del brazo, animándola y llevándola al salón.

Mientras caminaban, Sabrina pensaba si iba poder aguantar todo el día en sus cinco sentidos, abrazaba su mochila y recordó que en la bolsa posterior tenía un papel con cocaína. No lo necesito- Se repetía una y otra vez. Cuando entraron al aula, el profesor se encontraba sentado en el escritorio revisando unos papeles y Sabrina se acercó algo temerosa.

-Profesor, buenos días- Saludó con una voz muy tenue.

-¡Buenos días! ¿En qué te puedo ayudar?- Respondió el profesor con una voz muy grave y alto volumen, mirándola a los ojos.

-Soy Sabrina X, estoy en su clase y no me he presentado en un tiempo considerable, deseo volver a tomarla y quería pedir su aprobación.

-Veo que efectivamente has faltado mucho tiempo- Respondió mirando las listas de asistencia.

-Sí profesor, pero le aseguro que no volveré a faltar, quiero volver ¿no podría dejarme hacer un trabajo o algo con lo que pueda recuperarme?

-Siéntate, ya voy a comenzar con mi clase, hablamos después ¿te parece?

-Gracias- Caminó hacia las bancas haciéndose pequeñita y buscando a Rebeca, quien se levantó enseguida para que Sabrina la viera, pues le había guardado el asiento junto a ella.

Durante la clase, Sabrina hizo un esfuerzo sobrehumano para entender, pero el sudor frío y el temblor en todo su cuerpo no la dejaba concentrarse, su corazón latía muy rápido y sentía nauseas. De pronto sintió que alguien tomaba su mano.

-¿Estás bien?- Preguntó Rebeca mirándola asustada, pues Sabrina estaba muy pálida, sus ojos estaban rodeados de un negro aterrador.

-No me siento muy bien… me falta el aire- Respondió muy agitada

Rebeca se levantó de inmediato empujando las mochilas que estaban a su paso y a los compañeros para que abrieran paso, se acercó al profesor jalando a Sabrina del brazo.

-Profesor, Sabrina no se siente bien, creo que ha estado enferma y por eso no había venido, ¿puedo llevarla a la enfermería?- Le dijo asustada e igual de pálida que su compañera.

-Vaya, vaya, llévela- Respondió el profesor asustado por el semblante de la chica- Ya pedirán a sus compañeros las notas. Señorita Sabrina, no se preocupe, hablaremos después, pero puede estar segura de que puede tomar la clase en cuanto mejore. Sabrina no pudo responder, sólo pudo ofrecer una mirada de agradecimiento.

Rebeca llamó a un taxi. Vivía sola, pues sus padres se fueron al extranjero dejándole el departamento, porque siempre vieron en ella a una chica muy madura y responsable para su edad, así que no tenían de qué preocuparse, además de que toda su familia se encontraba viviendo muy cerca de ella.

-Te voy a llevar a mi casa, Sabrina, ahí podrás dormir un rato y después hablaremos, puedes estar tranquila, nadie te va a molestar- le dijo dándole golpecitos en la espalda, tratando de tranquilizarla.

Sabrina pudo jalar aire y se tranquilizó poco a poco, pero su cuerpo no le respondía, quería morirse en ese momento, pero se sentía profundamente agradecida por haber encontrado a Rebeca ese día. Como pudo la tomó de la mano para sentirse más segura.

-Gracias, Rebe- Alcanzó a decir y se desmayó recargada en sus brazos.



Con ayuda del chofer del taxi Rebeca pudo subir a la chica al departamento, la recostaron en la cama y el chofer se retiró, no sin antes desearles buena suerte. Rebeca se dirigió a la cocina para prepararle un caldo a Sabrina para que se recuperara un poco. Después de casi 4 horas, Sabrina despertó de un salto y dio un grito tan aterrador que hizo a Rebeca correr a la habitación casi cayéndose.

-¿Qué te sucede? ¿Qué pasa?- Se acercó abrazándola y tomando sus manos heladas

-Me voy a morir, necesito….dame…debo irme- Se levantó de la cama empujando a Rebeca.

-Cálmate, estas en mi casa, estoy contigo, no pasa nada, aquí vas a estar bien- respondió asustada.

-No, Rebeca, no entiendes, tengo que irme ¡suéltame!- Gritó Sabrina desesperada, manoteando y con la mirada perdida.

-Tranquila, siéntate, todo está bien.

-Voy a morirme, necesito salir de aquí….de verdad, déjame ir.

Rebeca no la soltaba y acariciaba su cabeza intentando tranquilizarla, pero no lo lograba y comenzó a desesperarse.

-¡Siéntate!- Le ordenó, dándole un jalón que la tumbó en la cama de nuevo

-¿Qué te pasa, no entiendes? ¡Tengo que irme!- le gritó Sabrina confundida, pero ya más tranquila

-Me pasa que estoy tratando de tranquilizarte y no reaccionas, ¿qué te sucede a ti?

-Perdón, pero en verdad necesito irme, necesito aire, no puedo estar aquí encerrada- recordó que traía su mochila y la buscó por la habitación- ¿Dónde está mi mochila, Rebeca? La necesito.

-Ahora te la traigo, recuéstate, descansa- le dijo sobándole el brazo, esperando que eso la calmara un poco.

-No, quiero entrar al baño- Le respondió un tanto cortante, pues en ese momento sintió que no podía confiar en ella.

-Pasa mientras traigo tu mochila.

-No, la necesito antes de entrar- Insistió, golpeando el suelo con el pie.

-Ah, ya entiendo, espérame- Salió corriendo por la mochila, volviendo en segundos

-Gracias, ahora vuelvo

Rebeca no se movió de donde estaba por si su ayuda era requerida. Se asombró al ver salir del baño a otra Sabrina, completamente reanimada y sin rastro de desesperación y ansiedad.

-¿Estás bien, ya te sientes mejor?- Le preguntó con el ceño fruncido

-Sí, gracias, tenía que refrescarme un poco, gracias por todo, Rebe

-¿Ahora si quieres hablar?

-¿De qué?-Respondió fingiendo confusión.

-¿De qué?- Preguntó Rebeca golpeando con el puño un mueble que estaba a un lado de ella- ¿cómo que de qué? De lo que te esta sucediendo, no puedo entenderte, Sabrina, hace unos minutos parecías una mujer perseguida por asesinos ¿quieres hablar, o no?- De inmediato bajó el tono de voz, pues comprendió que no era la mejor forma de acercarse a su refugiada.

-No me pasa nada, te lo aseguro, supongo que se me bajó la presión y me asusté al despertar en un lugar que no conocía, no te preocupes, ya me siento mejor.

-No me convences, pero si no quieres hablar ahora, está bien, sólo quiero que te sientas tranquila y que entiendas que puedes tener absoluta confianza en mi.

-Lo sé, y te lo agradezco, solo dame un poco de tiempo, es difícil, Rebeca, me siento una desquiciada, de pronto estoy bien y luego siento que si doy un paso más o me quedo muy quieta donde esté, voy a caer muerta, no sé qué es lo que me sucede..- Se retorcía las manos bajando la cabeza, sentía vergüenza de la escena anterior, pero no quería decirle nada a Rebeca porque no quería alejarla.

Rebeca se acercó para abrazarla y transmitirle toda su energía, pues sabía que la energía se puede transmitir y tranquilizar a alguien más. -Pasaron todo el día hablando sobre lo que les gustaba hacer, sobre sus lecturas, sus aversiones, hasta llegar al tema de parejas.



-¿Qué sucedió con Roberto, Sabrina, sigues con él?-Le preguntó, mirándola fijamente.

-No…bueno…no lo sé, Rebe, hace mucho tiempo que no nos vemos, cada quién anda en sus cosas, ninguno de los dos nos hemos buscado, supongo que…..no. ¿Tú estás con alguien? No te conocí algún novio.

-No, no estoy con nadie- Respondió Rebeca, sin decir una sola palabra más del asunto.
Sabrina quedó esperando escuchar algo más, pero reaccionó después de unos segundos y no se atrevió a volver al tema. De pronto Rebeca tuvo una idea que le agradó a Sabrina, después de todo, durante el día se había sentido muy bien estando a su lado y hasta se había olvidado de lo mal que se sintió por falta de su dosis matutina.

-¿Por qué no te quedas a dormir aquí conmigo? Llama a tu madre, dile que vas a estar aquí.

-No, no creo necesario avisarle. Sí, quiero quedarme, no te preocupes, mi madre no tendrá problema.

-¿En serio, lo crees? –Preguntó sorprendida, pues aún cuando ella vivía sola, no había visto a ningún chico o chica de su edad que le permitieran estar fuera de su casa toda la noche por lo menos sin avisar.

-Sí, no te preocupes, en serio no hay problema.

Siguieron horas platicando, hasta que Sabrina no pudo mantener los ojos abiertos, estaba débil y necesitaba dormir. Rebeca le colocó una cobija encima, pues hacía un poco de frío y se dedicó a buscar el número telefónico de Sabrina, pues quería avisarle a su madre que se quedaría ahí. Tomó el teléfono y marcó el número un par de veces, pues nadie contestaba, hasta el tercer intento tuvo respuesta.



-Bueno

-Buenas noches, señora ¿habla la mamá de Sabrina?

-Sí

-Hola, habla Rebeca, soy compañera de Sabrina, le llamo para avisarle que ella se encuentra en mi casa, está dormida y yo no quería que usted se preocupara.

-Ah, ¿Por qué no la despiertas y me la pasas?- le dijo un poco molesta.

-Mire, lo que pasa es que Sabrina se sintió mal en la escuela, al parecer se le bajó la presión y la traje a mi casa para que descansara ¿habría algún problema si ella se queda aquí y llega a su casa mañana después de la escuela?

-¿Pero ahora se encuentra bien? Seguramente no había desayunado, esa niña no entiende, le he dicho que no puede estar sin comer y no puedo estar detrás de ella todo el tiempo.

-No se preocupe señora, le aseguro que ella ahora está mucho mejor, sólo necesitaba descansar, le doy mi número telefónico por si quiere llamarla más tarde- dijo y de inmediato comenzó a dictarle.

-Bueno, está bien, dile que no hay ningún problema, la veré mañana por la noche, pues mañana voy a trabajar por la mañana.

-Muy bien, gracias señora, buenas noches.

-Gracias a ti, buenas noches.

Luego de colgar el teléfono, Rebeca se dirigió a su habitación para acostarse, pero no pudo conciliar el sueño y se pasó un par de horas mirando a Sabrina mientras dormía. Encendió la lámpara que se encontraba en el buró a lado de su cama y comenzó a acariciar su mejilla muy suavemente, casi un roce. Se acercó lentamente a escuchar su respiración, que era tranquila y le transmitía mucha paz. Sabrina sintió la mano de Rebeca en su cara pero no abrió los ojos, se dejó acariciar pensando en lo extraño que le parecía el disfrutarlo, de pronto se encontró con sus labios tibios, húmedos, suaves y realmente irresistibles, se besaron unos minutos, eran besos llenos de ternura y las caricias ya eran correspondidas. Al acariciarse, hacían a un lado la ropa que les estorbaba poco a poco. Las dos frente a frente recorrían sus espaldas con las manos, luego las piernas, la cara nuevamente y luego el cuello. De pronto, Rebeca se detuvo, pues no estaba segura de que Sabrina estuviera despierta y conciente de lo que estaba sucediendo o por lo menos de con quién estaba sucediendo.



-¿Qué sucede? Preguntó Sabrina confundida

-¿Estás despierta?- Le dijo, mas confundida que Sabrina.

-Sí, lo estoy ¿por qué?

-Y ¿quieres continuar?

-¿Tú no?-Preguntó Sabrina incorporándose y cubriendo su pecho con la sábana

-Si, no…bueno, es que, pensé que no estabas despierta y si lo estabas que estabas confundida, pues no abriste los ojos...yo..

-Sé que estoy contigo, Rebeca- Interrumpió acariciando suavemente su mejilla y se acercó a sus labios nuevamente, llevó la mano hacia su pierna, su piel tan suave la fascinaba, quería tocarla, quería sentirla y saber cómo era el estar con ella.

-Tu, ¿también…eres..? –Preguntó Rebeca, abriendo mucho los ojos para no perderse su reacción.

-No, no lo sé...es extraño, me siento muy bien, nunca lo había hecho, pero me siento bien...



Rebeca volvió a acercarse a Sabrina tomándola del cuello. Continuaron besándose y buscándose con las manos, tocando todo lo tocable y besando todo lo que se ponía a su paso, escuchando murmullos, el corazón acelerado, sintiendo el pulso y respirando. Detectaron olores corporales que las llevaron al éxtasis, y sudaban el deseo que no podían mostrar, estaban saturadas y no podían sacarlo todo al mismo tiempo, salía de cada uno de los poros de sus cuerpos. Así, pasaron toda la noche hasta llegar la hora de ir a la escuela. Decidieron que no se bañarían, pues no deseaban que ese olor se eliminara de su cuerpo. Terminando las clases se volvieron a reunir y Rebeca se dio cuenta de que Sabrina tenía el mismo semblante de la mañana anterior.

-Sabrina, ¿qué te sucede? Otra vez estás pálida- Se acercó a tomarla del brazo para llevarla a una banca para que se sentara.

-Rebe, soy adicta y ya no quiero seguir….quiero dejarlo, pero me siento muy mal, ¡Ayúdame!- Se le colgó del cuello con los ojos completamente húmedos

Rebeca ya lo sabía, pero tenía que escucharlo de ella, esperó a que ella se lo dijera pues temía por su reacción si ella se lo preguntaba.
-No te preocupes, Sabrina, voy a ayudarte a salir de esto.-Le dijo abrazándola y besando su cabello, mientras pensaba a quién acudiría para poder ayudarla.

Salieron de la escuela y se dirigieron a casa de Sabrina, pues Rebeca le contó que mientras ella dormía la noche anterior, le había llamado a su mamá para decirle que estaba con ella y que dormiría ahí.

-¿Sabes qué, Rebe?- Le dijo mirándola a los ojos y tomando sus manos. -Quiero que mi mamá te conozca, pues supongo que vamos a estar juntas todo el tiempo y quiero que ella te tenga confianza, quisiera quedarme contigo lo más que se pueda.

-También me gustaría- La tomó de la mano y siguieron caminando.

No volvieron a hablar durante todo el camino, pero no se soltaron ni un solo momento, Sabrina iba analizando lo que había sucedido, pues ella había tenido novios, nunca se había fijado en alguna chica, nunca había sentido algo por ninguna, es decir, alguna atracción física, ¿estaba bien? No estaba segura de que hubiera cambiado su forma de pensar y sentir hacia las personas de su mismo sexo, no quería lastimar a Rebeca, pero por otro lado, ella se había sentido bien, no le parecía raro en absoluto, lo deseaba, lo deseaba con toda su alma y quería continuar con su vida, quería estar limpia y terminar la escuela, superarse.



Sabrina pasó semanas sufriendo el proceso de desintoxicación, el cual fue muy duro, ya que si de por sí estaba flaca, en esos días perdió como 10 kilos más, y aunque trataba de alimentarse, su cuerpo lo rechazaba todo, pero ella luchaba para que la energía de lo que comía se quedara en su cuerpo. Durante todo éste brutal proceso Rebeca no se separó de ella en ningún momento. Se veían en la escuela y luego se iban al departamento para entrar de nuevo en su mundo, no podían ni querían quitarse las manos de encima.



Ahora la madre de Sabrina está tranquila, pues ha llegado a confiar en Rebeca, después de todo, hay un cambio radical en su hija, ahora sabe dónde se encuentra todo el tiempo, va a la escuela y lleva muy buenas calificaciones y siente que es gracias a su compañera.

Hoy invitó a Rebeca a comer a la casa, pues quiere formar parte de todo ese cambio y acercarse lo más posible. Durante la comida, las miraba fijamente.

–¡Qué maravilla! Mi hija estaba perdida, confundida, seguramente por alguna relación fallida, esperaré a que Sabrina me hable de su relación, quizá piensa que no lo aceptaré y la juzgaré, es su vida y la veo feliz, así es como quiero verla siempre- pensó ella, mientras debajo de la mesa jugueteaban las chicas con las manos y las piernas, acariciándose.

Mientras acariciaba a Rebeca, Sabrina no dejaba de pensar en la situación en que ahora se encontraba, después de todo lo que había pasado, todo lo que había superado, todo lo que había recuperado en ella misma, comenzaba a valorar cada segundo de su vida, cada centímetro de su cuerpo, cada espacio cerca de ella y el momento en el que despertó y decidió vivir, el momento en el que decidió desaparecer las sombras, el momento en el que comenzó a amar....un día cualquiera.

jueves, junio 07, 2007

Pearl Jam - Nothing As It Seems

Pearl Jam es uno de mis favoritos, tiene mucho significado para mi toda su música, les dejo un video.
Disfrutenlo mucho.