miércoles, noviembre 29, 2006
Todo es perfecto...
Te miro a los ojos y encuentro en la profundidad, tu alma.
Te miro a los ojos y puedo percibir el aroma de tus palabras... “todo es perfecto”.
Todo es como debe ser, todo pasa cuando debe pasar, todo se escucha cuando se debe escuchar, se siente cuando se debe sentir.
Cada planta, cada tierra, cada animal, cada centímetro del universo, cada centímetro de mi, cada centímetro de ti, cada segundo.... “todo es perfecto”.
Puedo volver a sentir cuando las pestañas del sol tocaban mis pies a través de la ventana, cuando me empujaban a levantarme y prepararme para verte, tocarte, besarte, amarte, y entonces todo era perfecto, hoy, te veo, y tienes razón, “todo es perfecto”, así es como debe ser...
viernes, noviembre 24, 2006
Un poco de tiempo.....
Quiero agradecer a todas las personas que han hecho posible el crecimiento de éste blog, que son todos ustedes, que me leen y están presentes, en éste momento estoy pasando por una etapa de evolución en mi vida y han cambiado algunas cosas, necesito un poco de tiempo, necesito reflexionar, pensar, re-descubrirme, estaré de vuelta en por lo menos una semana, mientras tanto, dejaré algo para todos ustedes.
Gracias a todos!!!
Saludos!!!
sábado, noviembre 18, 2006
Cuando se ha amado en silencio.....
Cuando se ha amado en silencio y las hojas caen, quebrándose al pisarlas, con ese crujiente sonido, como el que uno escucha al romperse su corazón, las nubes se llenan y se desbordan por los límites de su universo, mojan el pensamiento, mojan el alma.
Cuando se ha amado en silencio y la nieve cae, pintándolo todo de blanco, con esa magia que llena de color la ilusión, hielan el sentimiento, alejando el dolor del corazón.
Cuando se ha amado en silencio y el sol vuelve a tu tierra, el calor vuelve al cuerpo, y nuevamente la compasión.
Cuando se ha amado en silencio y el silencio por fin emite sonido, su nombre llena tu vida entera, y cada día abrazarás el silencio eterno.
jueves, noviembre 16, 2006
Mis días con sol.
El recuerdo de días oscuros, ahora me hace sonreir, me hace sentir felíz, y cada día más viva.
El recuerdo de las noches tristes y amargas, con frío, y dolor en mi alma, ahora me han hecho más fuerte, me han hecho sentirme inagotable.
El recuerdo de una esperanza muerta, ahora me hace revivila, y abrazarme a la felicidad.
El recuerdo de tu alma, me hace amarte más,por que tú haces.....mis días con sol.
lunes, noviembre 13, 2006
El sapo y el escorpión
Hubo una vez un sapo que estaba en la orilla de un lago, estaba recargado en una roca, observando el cielo, un escorpión lo observaba de atrás de unos arbustos, se acercó al sapo y le dijo:
-¿me ayudarías a cruzar al otro lado del lago? Yo me subo en ti y tu nadas hasta el otro lado.
-No, no puedo hacerlo, si tu te subes en mi, puedes picarme y voy a morirme.
-Piénsalo, si yo te pico en el lago tu morirás, pero también yo moriré, por que si tu te hundes yo me hundo y moriré junto contigo, solo quiero ir al otro lado, ¿me ayudarás?
Después de meditarlo por unos segundos el sapo accedió;
-Está bien, yo te ayudaré, te llevaré al otro lado del lago y luego tu seguirás tu camino
-Estoy de acuerdo
El escorpión subió en el sapo, y con mucho esfuerzo el sapo ya iba a mitad del lago cuando sintió un picotazo en su cabeza, inmediatamente se detuvo y le preguntó al escorpión:
-¿por qué me picaste? Ahora moriremos los dos.
-Discúlpame, no quise hacerlo, pero no pude evitarlo… esa es mi naturaleza.
Una de mis fábulas favoritas....hay quienes nunca podrán cambiar......
viernes, noviembre 10, 2006
Salud
Señor, aún estoy sordo:
no consigo oír Aquello que hace que la música suene y que yo la escuche.
Señor, aún estoy ciego:
no consigo ver Aquello que hace que el sol alumbre y que yo perciba su luz.
Aún no veo más que seres humanos andando por las calles en lugar de Cristos caminando sobre las aguas.
Señor, aún carezco de olfato:
no consigo oler Aquello que se esconde detrás de la fragancia de las flores, y que hace que la nariz de mi alma se embriague de dulzura.
Señor, la piel de mi alma aún está embotada:
no consigo sentir el Tacto que se esconde detrás de lo que toco y de lo que me toca.
Así que, Señor, acudo a Ti
con el ansia y la esperanza con que acude un enfermo crónico a un médico de pago, convencido de que todo lo que cueste la consulta será nada, si a cambio consigo curarme.
Traigo muchas esperanzas Señor,
porque he oído de casos desahuciados como el mío y que Tú has curado.
Así que te pido que no tardes mucho en "darme hora" y si es posible, que me recibas de urgencia.
Me han dicho que eres "oculista", "otorrino", "nefrólogo", "cirujano", que tienes el título de todas las especialidades, pero me alegro mucho de saber que, de todas ellas es la "Cardiología" tu verdadera pasión, pues aunque te he dicho que estoy sordo, ciego y que no tengo ni olfato ni tacto, ¡yo sé que la verdadera enfermedad la tengo en el Corazón!
José María Blanco
jueves, noviembre 09, 2006
Tiempo al tiempo.
Cuando se cesa de llamarle tiempo al tiempo y se le da su verdadero nombre que es Esperanza, aunque se lleve en los hombros o dentro de una mochila sobre la espalda, su carga deja de ser peso, y su peso deja de ser carga, y en el mismo punto donde se habría formado una herida ahora brotan unas alas.
¿Acaso a un novio le pesa su amante en brazos la noche de bodas, antes de entrar en la casa?
¿Acaso a una madre le pesa su criatura mientras ha de amamantarla?
¿Acaso los árboles le pesan al bosque y la nieve a las montañas?
¿Acaso a un camello le pesan las jorobas y a los pájaros sus alas?
¿Acaso a un novio le pesa su amante en brazos la noche de bodas, antes de entrar en la casa?
¿Acaso a una madre le pesa su criatura mientras ha de amamantarla?
¿Acaso los árboles le pesan al bosque y la nieve a las montañas?
¿Acaso a un camello le pesan las jorobas y a los pájaros sus alas?
Cuando se cesa de llamarle tiempo al tiempo y se le da su verdadero nombre que es el de Esperanza...
José María Blanco
martes, noviembre 07, 2006
Caricias sin fin....
Aquí estamos, después de casi 8 años, aún sin quitarnos las manos de encima, aún deseándonos a cada momento, regalándonos besos y caricias sin fin….
Aquí estamos, subiendo las montañas rocosas, con raspones y cortadas, amándonos, cada minuto, sintiéndonos, cada segundo..
Aquí estamos, arrancando el pasado de nuestros pesados bultos, viviendo el presente y soñando con nuestro futuro..
Aquí estamos, unidos frente a lo difícil, acariciándonos el alma, el pensamiento, el corazón, siempre, caricias sin fin.
lunes, noviembre 06, 2006
Junto a un muerto
Se moría poco a poco, como se mueren los tísicos. Todos los días le veía sentarse a eso de las dos, bajo las ventanas del hotel, frente al mar, tranquilo, en un banco del paseo.
Permanecía algún tiempo inmóvil bajo el calor del sol, contemplando con ojos sombríos el Mediterráneo.
A veces dirigía una mirada hacia la alta montaña de cumbres brumosas que cierra el Mentón; luego, con un movimiento muy lento, cruzaba sus largas piernas, tan enflaquecidas que parecían dos huesos alrededor de los cuales flotaba el paño del pantalón, y abría un libro, siempre el mismo.
Entonces, sin variar de postura, leía, leía con los ojos y con el pensamiento: parecía que todo su pobre cuerpo expirante leía, que su alma se penetraba, se perdía, desaparecía en aquel libro, hasta la hora en que el aire fresco le hacía toser un poco. Entonces, levantándose, penetraba en el hotel.
Era un alemán, alto; de barba rubia, que almorzaba y comía en su cuarto y no hablaba con nadie.
Una vaga curiosidad me atrajo hacia él. Un día me senté a su lado, teniendo yo también en la mano, por el bien parecer, un volumen de poesías de Musset.
Me puse a hojear Rolla.
De pronto, mi compañero me preguntó en un francés muy correcto:
-¿Sabe usted alemán, caballero?
-Ni una palabra.
-Lo siento; porque, ya que la casualidad nos ha reunido, le hubiera prestado, le hubiera hecho fijarse en una cosa inestimable: este libro que tengo aquí.
-¿Qué libro es ése?
-Es un ejemplar de mi maestro Schopenhauer anotado por él. Todas las márgenes, como puede usted ver, están cubiertas con su letra.
Cogí con respeto aquel libro y contemplé aquellos garabatos incomprensibles para mí, pero que revelaban el inmortal pensamiento del mayor destructor de sueños que ha pasado por el mundo.
Entonces los versos de Musset estallaron en mi memoria:
Voltaire: ¿Duermes contento, y tu sonrisa horrible envuelve tu rostro de ironía indecible?
Y comparé involuntariamente el sarcasmo infantil, el sarcasmo religioso de Voltaire con la irresistible ironía del filósofo alemán, cuya influencia es, a pesar de todo, imborrable.
Aunque muchos protesten, se enfaden, se indignen o se exalten, no hay duda que Schopenhauer ha marcado a la Humanidad con el sello de su desdén y de su desencanto.
Filósofo desengañado, ha derribado las creencias, las esperanzas, las poesías, las quimeras; ha destruido las aspiraciones, ha asolado la confianza de las almas, ha matado el amor, abatiendo el culto ideal de las mujeres; ha destrozado las ilusiones del corazón; realizó la obra más gigantesca de escepticismo que pudo intentarse. Todo lo ha aplastado con su burla. Hoy mismo, los que le abominan llevan, indudablemente, muy a pesar suyo, en sus ideas, reflejos de su pensamiento.
-¿Ha conocido usted en la intimidad a Schopenhauer?
-pregunté al alemán.
-Hasta su muerte, caballero- contestó sonriendo con profundo aire de tristeza.
Me habló de él, refiriéndome la impresión casi sobrenatural que causaba aquel ser extraño a cuantos a él se acercaban.
Me contó la entrevista del "viejo demoledor" con un político francés republicano, el cual, queriendo ver a aquel hombre, le encontró en una cervecería tumultuosa, sentado entre sus discípulos, seco, arrugado, riendo, con una risa inolvidable, mordiendo y desgarrando las ideas y las creencias con una sola palabra, como un perro que de un mordisco deshace los tisúes con que está jugando, y me repitió la frase de aquel francés que, al irse enloquecido y azorado, exclamaba:
- He creído pasar una hora con el diablo.
Luego añadió:
-En efecto: tenía una espantosa sonrisa que nos inspiró miedo hasta después de su muerte. Es una anécdota casi desconocida y que puedo contarle si le interesa.
Su voz cansada era interrumpida con frecuencia por los golpes de tos, mientras me refería lo siguiente:
Schopenhauer acababa de morir, y convinimos que le velaríamos de dos en dos hasta la mañana siguiente.
Estaba de cuerpo presente en una habitación, muy sencilla, amplia y sombría. Dos bujías ardían sobre la mesa de noche.
El rostro no estaba desfigurado. Sonreía. Aquella arruga que conocíamos tan bien, se marcaba en el extremo de sus labios; nos parecía que iba a abrir los ojos, a moverse, a hablar.
Su pensamiento, o, mejor dicho sus pensamientos, nos envolvían; nos sentíamos más que nunca en la atmósfera de su genio, invadidos, poseídos por él. Su dominio nos parecía más soberano a la hora de su muerte. Un misterio se mezclaba con el poder incomparable de aquel espíritu.
El cuerpo de esos hombres desaparece, pero ellos quedan; y en la noche que sigue a la paralización de su corazón, le aseguro, caballero, que se ofrecen de un modo espantoso.
Hablábamos bajo, siempre de él, recordando frases, fórmulas, aquellas sorprendentes máximas, semejantes a fulgores que iluminasen con algunas palabras las tinieblas de la vida ignorada.
-Me parece que va a hablar- dijo mi camarada.
Y miramos, con inquietud rayana en miedo, aquel rostro inmóvil, que no dejaba de sonreír.
Poco a poco sentimos cierto malestar, opresión y hasta desfallecimiento.
-No sé lo que tengo, pero te aseguro que estoy malo-balbucí.
Y entonces notamos que el cadáver olía mal.
Mi compañero me propuso que nos trasladáramos al cuarto inmediato, dejando la puerta abierta; y yo acepté.
Cogí una de las bujías que ardían en la mesa de noche, dejando allí la otra, y nos fuimos a sentar al otro extremo de la habitación, de manera que pudiéramos ver desde nuestro sitio la cama y el muerto en plena luz.
Pero nos obsesionaba de continuo; se hubiera dicho que su ser, inmaterial, libre, todopoderoso y dominante, rondaba en torno nuestro; y a veces el infame olor del cuerpo descompuesto nos alcanzaba, nos penetraba, repugnante y vago.
De pronto nos sentimos estremecidos hasta los huesos: un ruido, un leve ruido había salido del cuarto del muerto. Nuestras miradas se dirigieron hacia él, y vimos, sí, señor, vimos perfectamente uno y otro una cosa blanca deslizándose por encima de la cama para caer en el suelo, sobre la alfombra, y desaparecer debajo de una butaca.
De pronto nos pusimos en pie, sin saber qué pensar, alocados por un terror estúpido, dispuestos a huir. Luego nos miramos el uno al otro. Estábamos horriblemente pálidos.
El corazón nos latía con tal fuerza, que se notaban sus latidos sobre nuestras levitas.
Fui el primero en hablar.
-¿Has visto?
-Sí; he visto.
-¿No está muerto?
-Se halla en estado de putrefacción.
-¿Qué vamos a hacer?
Mi compañero, vacilante, dijo:
-Hay que ir a verle.
Cogí nuestra bujía y entré delante, registrando con la mirada la extensa habitación de rincones oscuros. Nada se movía. Me acerqué a la cama. Pero permanecí sobrecogido de estupefacción, de espanto: ¡Schopenhauer ya no sonreía! Tenía un gesto horrible: la boca apretada, las mejillas profundamente hundidas.
-¡No está muerto!- exclamé.
Pero el olor espantoso que me llegaba a las narices me sofocaba. No me movía, mirándole con fijeza, tan turbado como ante una aparición.
Entonces mi compañero, cogiendo la otra bujía, se agachó. Luego me tocó el brazo, sin decirme una palabra. Siguiendo su mirada, descubrí, en el suelo, bajo la butaca, al lado de la cama, muy blanca sobre la oscura alfombra, abierta como para morder, la dentadura postiza de Schopenhauer.
El trabajo de la descomposición, que afloja las mandíbulas, le había hecho salirse de la boca.
-Aquel día tuve realmente miedo, caballero.
******
Y como el sol se acercaba al mar resplandeciente, el alemán tísico se levantó, y, después de saludarme, entro en el hotel.
G. DE MAUPASSANT
Uno de mis cuentos favoritos...
domingo, noviembre 05, 2006
viernes, noviembre 03, 2006
El tuerto en tierra de ciegos
Con el infinito en su mirada, un anciano tenía el reflejo de la quietud de los astros en su rostro. A su alrededor, un sinnúmero de hombres, jóvenes y viejos, llegados de alejados rincones, venían con la esperanza a flor de piel por algún día llegar a ser como él.
El largo mirar del maestro poco a poco regresó a su entorno. Su paz, fue reflejo en su voz: "¿El tuerto en tierra de ciegos es rey?"
Muchos, al unísono, contestaron afirmativamente. Igual, sin inmutarse, al más seguro de su respuesta inquirió: "¿En qué basas tu afirmación?"
"En que verá más que los otros y por tanto será el mejor."
Y el sabio dijo: "Tienes razón en lo primero que afirmas, pero no por ello será el mejor. ¿Crees que sería el adecuado para gobernar donde los súbditos no son como él? Diré que no, por tener la incomprensión de un mundo ajeno. De llevarse a cabo tal reinado, rey y gobernados hablarían lenguas diferentes y al suceder tal incomunicación vendría el caos para uno y para otros.
Por tanto, el tuerto en tierra de ciegos no es rey sino un idiota por ser el único inadaptado en ese lugar."
Emilio Rojas
miércoles, noviembre 01, 2006
A todos mis muertos
Te tuve durante parte de mi vida, transmitiéndome tu experiencia, tratando que adquiriera un poco de sabiduría, y parte de ello, fue aprender a que un día te irías, y que debía ser fuerte.
¿Recordarte? claro que puedo hacerlo, pero siempre pensando en que fuiste feliz mientras estuviste a mi lado, tu sonrisa y tus caricias, los juegos, las palabras de aliento, tu dulzura cuando me consolabas por que estaba triste.
Hoy, te recuerdo, y puedo recordar también todo el amor que he sentido desde el momento de mi nacimiento, te llevo dentro ahora.....te llevaré siempre.
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